Sobre todo en época Navideña, ya que los niños son incapaces de discriminar la intencionalidad de los mensajes publicitarios debido a que no tienen desarrollada la función ejecutiva de su cerebro.
"Cuando un adulto ve publicidad es capaz de discriminar lo que está observando y percibir la intencionalidad del anuncio, gracias a que tiene desarrollada la función ejecutiva del cerebro. Ello le permite, en general, distinguir el propósito del mensaje y sus consecuencias. Un niño, en cambio, es incapaz, al menos hasta los 12 años, de analizar las cosas en perspectiva, debido a que su habilidad cognitiva no está madura", explica la neurobióloga y académica de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, doctora María Eugenia Moneta.
Por ello la especialista sugiere que se limiten las horas de televisión en los menores, sobre todo en este período del año cuando se incrementan las campañas publicitarias.
"Las zonas frontales del cerebro son las últimas en desarrollarse y, justamente, éstas son las que nos ayudan a distinguir si lo que estamos viendo nos conviene o no, así como si hay una intencionalidad de parte de quien genera el mensaje. En otras palabras el niño asume literalmente y sin filtrar todo lo que se le dice", apunta la académica.
Por lo tanto, la publicidad genera creencias en los menores, los manipula y persuade a que cambien su estado mental y comportamiento. Aún más, estudios recientes indican que si bien a los 8 años los niños pueden comprender inicialmente los intentos publicitarios por vender, a los 12, si se los compara con un adulto, todavía no captan a cabalidad las tentativas persuasivas de los comerciales porque no poseen las defensas para ello.
De hecho, la Asociación Americana de Psicología ha indicado que es "injusto y decepcionante que la publicidad pase por alto las defensas cognitivas de los niños en contra de la persuasión, que se supone los adultos deberían tener cuando está orientada a ellos".
Al respecto, la doctora Moneta explica: "Imaginemos que en una campaña aparecen varias niñas jugando con un tipo específico de muñeca, la menor que está observando el comercial no sólo querrá tener el juguete porque lo encuentra lindo, también le generarán la necesidad de consumirlo para su satisfacción personal y ser aceptada por sus pares. Así imagina que conseguirá un estado de felicidad similar al que manifiestan las niñas que aparecen en la televisión".
El afán por coleccionar
Esa menor aún no está en condiciones de comprender que a la empresa que diseña la muñeca lo que realmente le interesa es vender el producto, persuadir al cliente para que lo compre. "Los niños comienzan a insistir a sus padres para que adquieran todo aquello que ven tanto en televisión, como en catálogos o Internet, en un afán desmedido por coleccionar y acumular juguetes o productos", comenta.
Esa menor aún no está en condiciones de comprender que a la empresa que diseña la muñeca lo que realmente le interesa es vender el producto, persuadir al cliente para que lo compre. "Los niños comienzan a insistir a sus padres para que adquieran todo aquello que ven tanto en televisión, como en catálogos o Internet, en un afán desmedido por coleccionar y acumular juguetes o productos", comenta.
En los preescolares la mente es un órgano representacional y en ese marco la televisión les muestra un mundo alterado y muchas veces inexistente, ofreciéndoles información parcial que asumen como real. "Lo importante es que no se saturen de publicidad que no pueden filtrar a raíz de que no están en condiciones de desarrollar un juicio moral sobre las cosas", recalca la neurobióloga.
"Tenemos que aprender que a los niños, sobre todo a los más pequeños, les importa mucho el contacto con
otros humanos y encuentran gran placer al estar vinculados con la naturaleza, ya sea observando los pájaros, las hormigas o caminando en un cerro. Esas son actividades que los liberan de la esclavitud de la publicidad", añade.
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